El colmo de las reflexiones

En mi vida e cogido muchísimos transportes. En otras actualizaciones ya me he referido a las vivencias en los trenes Coruña-Santiago y Santiago-Coruña. Pero los autobuses no son para menos. Cal Pita S.A. es un cúmulo de experiencias que te enriquecen día tras día. Pero hoy me gustaría hacer un comentario y/o reflexión a lo que siento yo cuando voy en cualquiera de estos vehículos. Se me vienen a la mente muchas cosas: me gusta mirar a la gente, pensar por qué cogen el bus o el tren, a dónde van y de dónde vienen. Con quien están sentados y quién los espera en la próxima parada. O en la siguiente.

Un día, cuando volvía de fin de semana a Coruña, una chica lloraba en el tren. A lágrima viva. Iba sola, nadie la acompañaba y llevaba consigo sólo un bolso de mano. Me dio pena. Pensé: quizás está enfadada con su novio. La ha dejado y va a Coruña a conseguir volver con él. No se. Es lo primero que se me ocurrió. De hecho, yo también tengo llorado en el tren por motivos similares. Broncas y derivados que arrastras hasta Santiago. En esos momentos, el trayecto a la ciudad donde estudiaba, se transformaba en una especie de cortina o burbuja. Y cada kilómetro que me separaba de los gritos y discusiones era una lágrima menos que caía. Quizás la chica llorona, también huía de sus problemas. Como yo.

Es algo que me apasiona. El mirar a la gente y comparar su comportamiento con el del resto. Incluído el mío. Ver como visten, como se mueven, con quien hablan... Soy capaz de estar horas y horas sentada en unas escaleras o en la terraza de un bar viendo pasar a los viandantes. Y pensar en su destino. Pufffff ¿y en el mío? Mejor no pensar en donde acabaré. Es un tema que me agobia. Centrémonos en analizar a los demás. Centrémonos en la chica llorona del tren.