Un cuento escocés

Cuenta la leyenda que en un país muy muy lejano, en donde las montañas estaban sazonadas con sal que no sala (o azúcar que no endulza), las playas son de arena negra y la telefonía se puede hallar en medio de la nada rodeada de una carcasa roja... habitaban una mamá despistada de manos flojas y un papá ovejo albino. Vivían en una casa muy bonita en dos pisos diferentes que, por desgracia, tenían los platos sucios debido a las cabras que tenían como compañeros. Su "aldea" se levantaba muy temprano, comía a las doce y cenaba a las seis de la tarde. Tenía una psicosis con los posibles incendios y sus vecinos solían desprender un olor peculiar que apestaba los lugares públicos (creo que papá y mamá oveja, así como sus allegados deberían plantearse el salir con un botecito de Vips Vaporub).

Así transcurría su vida hasta que un buen día tuvieron retoños. Retoños ya creciditos, traídos por la ¿cigüeña? (por aquello de que llegamos en avión...) en dos tandas. Procedían de varios países diferentes pero se llevaron como hermanos que eran cuando papá y mamá oveja decidieron hacer un viaje en tres vacas peludas llamadas Picasso, Nissan y Opel (español) por lugares verdaderamente increíbles.

Las noches las pasaron entre Nessys "vomitiles", huídas asustadizas por ruidos extraños pero un tanto inseguras en caso de que de verdad hubiera algún peligro..., conversaciones filosóficas sobre qué somos, sobre menstruación, sobre sexo, embarazos, sexo, apodos, nacionalismos, sexo, futuro, sexo, sexo ¿qué más? Ah sí, sexo... (uy sí, estos retoños sabían mucho para su corta edad...), entradas en catedrales del pecado (y pedo), reuniones con licores envueltos en burbujitas y lacitos....

Y los días, haciendo frente al clima extremo que en el país ovejo había, pero viendo paisajes indescriptibles, de estos que conllevan momentos cercanos a la felicidad. Paisajes que ni el mejor lenguaje html hecho con los puntitos más redondos podría reflejar. Papá oveja condujo la vaca Nissan y dos de los retoños (léase Troncho y Javi), las otras dos vacas. Magistralmente, a pesar de ir por el otro carril y luchando contra la nieve.

Quizás, la única pega de (sobretodo mamá) es que a esta oveja le ha hecho infringir (comer cosas robadas, pagar menos de vaca-bus-de-dos-pisos, cruzar en rojo...). Lo que no fue un buen ejemplo para el resto de los retoños. Pero me ha dicho personalmente que LO SIENTE. Y es que el viaje, si se valorara con las veces que les dijo que lo sentía a las ovejas, sería una auténtica mierda. Y creo que, en nombre de todas las ovejas sadenses, vascas, walesas... etc, se puede decir que ha sido la osssssssssssssstia. ¿Tenéis cojones a reuniros ahora en alguna otra parte del mundo? Habrá que hacerlo.

Personalmente, decir que tengo un trauma porque no me escaldo con el agua caliente y tengo agua templada. Porque hoy he dormido en una cama para mi sola, en el suelo. También porque he conducido yo y no papá oveja. Y no está mamá oveja para decirme si necesito algo y culturizarme con su sabiduría de guía (por que solo te faltaba el paraguas para seguirte) Y me ha dado de comer mi madre humana... Y aun encima pescado, que no me gusta.

Aun así este cuento tiene un final feliz. Recuerdos que permanecerán en la retina, en los 87398 tickets que he reunido y en un dvd con 93429837583275937493874587325983 fotos iguales, pero con pequeños matices.

Me alegro mucho de haberos conocido a los que os he visto por primera vez. De compartir amigos con los de siempre. Y de seguir recopilando anécdotas con estos últimos. Creo que a las dos serras se ha unido la sierra escocesa y lo que allí hemos vivido.

Y como no, sigue sonando Volaré.