Que suene la música

Cuando tengo esos momentos "filosóficos" (o por lo menos, intentos...) una de mis reflexiones (sí, una reflexión más. ¡Temblad!) se basa en lo que para mi significa la música. No soy capaz de estar en mi casa más de un cuarto de hora sin poner la minicadena. Me gusta escucharla alta. Muy alta. Hasta que los decibelios entran en interacción con la parte del cerebro que proporciona la mala ostia a mi familia: ¡Andre! ¡Baja la música, por favor! Y todo vale: dance, reggaeton house, electro, pop, rock, grandes clásicos españoles, americanos, cantautores... (excepto flamenco). Y en este ámbito, como en otros, vivo de las pasiones. Odio y amo.

- Odio: Pig Noise (¿qué clase de nombre para un grupo de música es ese?), no me gusta Amaral, odio la voz de Ana Torroja (¡qué pasa, no me gusta Mecano! No me lapideis...), odio La quinta estación, las canciones de El canto del loco, La oreja de Van Gogh, Maná, Jarabe de Palo... me parecen todas iguales.

- Amo: Robbie Williams, Frank Sinatra, Pereza, Nirvana, Cold Play, Rolling Stones, Queen, Carolina Márquez (¡qué pasa!), Celtas Cortos, etc etc...

Y para bailar, soy de extremos: o reggaeton puerco, o electro con baile conocido por todos o clásicos muy clásicos (léase "Saturday Night" o la BSO de Grease...). Pero por supuesto también acepto de muy muy buen grado canciones del tipo "Ferrol", o "Masculino Singular" que no se (bueno, sí se) su reproducción siempre va unida a una quemadura de cigarro en alguna extremidad de mi cuerpo...

Y mi reflexión siempre suele ser: Yo si fuera un dictador fascista, utilizaría como tortura psicológica el prohibir escuchar música. Eliminarla. Que no sonara en ningún lado. Ningún grupo. Ni una simple melodía o nota musical. Un mundo sin música. ¿Os lo imaginais? Yo no.