Me senté al lado del río. Y mirando al agua comprobé la forma que tiene de arrastrar (nos). Había hojas que iban por libre. Solas ante el peligro. Otras parecía que se apiñaban como para intentar pasar el trago de recorrer todo el caudal con compañía. Algunas decidían no afrontar el problema con todas las consecuencias y luchaban contra la corriente en la superficie del agua, mirando con envidia a las que nadaban casi en la profundidad, sin miedo a nada... Y, por supuesto, ciertas hojas se quedaban enganchadas en las ramas de la orilla sin poder liberarse por más que lo intentaban.
Pero es que cuando salí del parque y volví a la calle, la historia se repetía. Los apurados para llegar al trabajo que intentaban escaquearse de los chicos que intentan conseguir donativos para las ONG`s. Los rezagados que se resguardaban de la lluvia en las tiendas. Los homeless que dan todo por vencido. Los valientes a los que le da igual la lluvia. Los inteligentes que miran por la ventana antes de salir de casa y se cobijan del agua debajo del paraguas.
Y cuando llegué a casa, después del chaparrón, salió el arco iris (la foto es desde mi ventana).
2 comentarios:
al final todos nos dejamos arrastarar por el cauce del rio, unas veces sin darnos cuenta, otras por no tener fuerzas apra luchar, y las menos, intentando aferrarnos a algo que nos consiga sacar del futuro ahogamiento como si estar pendiendo de un hilo en la orilla fuera la mejor manera de estar
ai, que esa comparativa das follas coas persoas faiseme coñecido: dependentes, independentes, solitarias................. canto non falaríamos diso?
ro
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