Supongo que todos, en nuestras casas, siempre tenemos una estancia preferida. En mi caso, es el faiado aunque últimamente lo tengo un poco abandonado. Así que para que no se enfade con mi habitación, que es donde ahora paso la mayor parte del tiempo voy a hacer una recapitulación de su historia.
Al principio era un faiado como los de siempre. Con sus termitas, su madera maltratada y vieja y un montón de cosas y recuerdos esparcidos por el suelo. Hasta que llegaron los carpinteros y el faiado pasó a ser mi lugar de reuniones, conversaciones, bailes, fiestas de pijamas, cotilleos...
Los primeros recuerdos que tengo del fallado son aquellos directamente relacionados con las Spice Girls ya que era ahí donde ensayábamos mis amigas y yo para convertirnos en las mejores imitadoras de nuestras ídolos. Nunca lo conseguimos y sólo sirvió para que yo me ganara las broncas de mi madre por rayar el parquet. Las casas para Barbies también las haciamos allí.
Más tarde, a medida que nuestras hormonas se revolucionaban, eran más las horas que pasaba allí. Por la tarde, recitaba en alto, pegada al radiador, las obras que había escrito Garcilaso de la Vega. Y al acercarse la noche, mi ordenador de mesa (que todavía sobrevive) echaba humo cargando los mb del mIRC. Lost-Paradise, largas conversaciones sobre qué ponerse el sábado... o comentando la jugada del fin de semana pasado. Y esto hasta el viernes, día en el que si estaba sola en casa, ponía a Carolina Márquez a todo meter y Música más Música sonaba. Primeras conversaciones con amigos que aun ahora siguen ahí, con futuros novios, con acosadores que ofrecían un confortable futuro con ellos en cabañas en el bosque...
El faiado fue testigo de las confesiones más impuras. Virtuales o reales. De discusiones entre amigas, de secretos... de largas conversaciones telefónicas a altas horas de la noche. De lloros estúpidos y de otros no tan estúpidos. Y de misteriosas piernas de pijama. De ostias. De historias de miedo. De historias del corazón. Pero sobretodo, lo que más me gusta del faiado es su olor. A madera y a libro. Inconfundible.
Dicen que una casa con libros refleja mucho de la gente que en ella habita. Yo creo que lo nuestro es pura pasión por hacer estanterías para meter más libros, libros que incluso, en muchos casos, se repiten.
Si alguien quiere saber dónde está uno en concreto, siempre me pregunta a mi. Porque yo soy la que más visualizado tiene los colores de sus lomos. Y es que, aunque mi padre intentó colocarlos por orden alfabético, el orden que mejor funciona es el mío. Por colección y por color. Tantas tardes de verano colocando e investigando cuál podría ser la próxima adquisición de mi mesilla de noche. Y todo vigilado por el león de peluche que vela por que las termitas no acaben con esos olores.
Muchas veces nos preguntamos si Serra 13 aguantará pero la Venus de Botticelli, guardiana de la tranquilidad del piso de arriba, me ha dicho que todo sigue igual en el faiado.
Al principio era un faiado como los de siempre. Con sus termitas, su madera maltratada y vieja y un montón de cosas y recuerdos esparcidos por el suelo. Hasta que llegaron los carpinteros y el faiado pasó a ser mi lugar de reuniones, conversaciones, bailes, fiestas de pijamas, cotilleos...
Los primeros recuerdos que tengo del fallado son aquellos directamente relacionados con las Spice Girls ya que era ahí donde ensayábamos mis amigas y yo para convertirnos en las mejores imitadoras de nuestras ídolos. Nunca lo conseguimos y sólo sirvió para que yo me ganara las broncas de mi madre por rayar el parquet. Las casas para Barbies también las haciamos allí.
Más tarde, a medida que nuestras hormonas se revolucionaban, eran más las horas que pasaba allí. Por la tarde, recitaba en alto, pegada al radiador, las obras que había escrito Garcilaso de la Vega. Y al acercarse la noche, mi ordenador de mesa (que todavía sobrevive) echaba humo cargando los mb del mIRC. Lost-Paradise, largas conversaciones sobre qué ponerse el sábado... o comentando la jugada del fin de semana pasado. Y esto hasta el viernes, día en el que si estaba sola en casa, ponía a Carolina Márquez a todo meter y Música más Música sonaba. Primeras conversaciones con amigos que aun ahora siguen ahí, con futuros novios, con acosadores que ofrecían un confortable futuro con ellos en cabañas en el bosque...
El faiado fue testigo de las confesiones más impuras. Virtuales o reales. De discusiones entre amigas, de secretos... de largas conversaciones telefónicas a altas horas de la noche. De lloros estúpidos y de otros no tan estúpidos. Y de misteriosas piernas de pijama. De ostias. De historias de miedo. De historias del corazón. Pero sobretodo, lo que más me gusta del faiado es su olor. A madera y a libro. Inconfundible.
Dicen que una casa con libros refleja mucho de la gente que en ella habita. Yo creo que lo nuestro es pura pasión por hacer estanterías para meter más libros, libros que incluso, en muchos casos, se repiten.
Si alguien quiere saber dónde está uno en concreto, siempre me pregunta a mi. Porque yo soy la que más visualizado tiene los colores de sus lomos. Y es que, aunque mi padre intentó colocarlos por orden alfabético, el orden que mejor funciona es el mío. Por colección y por color. Tantas tardes de verano colocando e investigando cuál podría ser la próxima adquisición de mi mesilla de noche. Y todo vigilado por el león de peluche que vela por que las termitas no acaben con esos olores.
Muchas veces nos preguntamos si Serra 13 aguantará pero la Venus de Botticelli, guardiana de la tranquilidad del piso de arriba, me ha dicho que todo sigue igual en el faiado.
3 comentarios:
juaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
i´m loving it!!!
beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeen!!! as miñas pregarias foron escoitadas!!!
moi bonito!!!
pd:dime q eras a negra das spice!
pd2: eu tmn son o índice dos libros da miña casa
Hubo edificios que no se iban a derrumbar y se derrumbaron, barcos que no se iban a hundir y se hundieron e incluso coches creados para andar millones y millones de Kilómetros y que a los dos griparon.
Se vendido muchas motos...y acabaron siendo triciclos.
Pero seguro que nadie nunca dijo " Serra 13 durará para siempre ".
PaKo.
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