Receta del día: cómo hacer caramelo (2º parte)

En la radio sonaba In this World. Pero ninguno de los dos lo escuchábamos. Él estaba concentrado en los movimientos de su lengua y yo en controlar mis impulsos los cuales me pedían que le dictara órdenes a él. Nunca me gustó y no las necesitaba.

Mi espalda estaba arqueada hacia atrás y mis muslos seguían enganchados a su cadera. En esos momentos él estaba perdido en casi la mitad de mi torso, alternando una y otra. Haciendo suaves círculos con los labios y la lengua y utilizando sus manos en contadas ocasiones. Necesitaba besarle. Tocarle.

Pero bajaba… Me sacó la única prenda de ropa que me quedaba e hizo que yo lo abrazara con fuerza. Mi cuerpo contra el suyo. El calor de uno contra otro.

Separándose, llegó a donde yo quería que llegara. Ahora, sin ropa, indefensa. Su lengua y sus dedos se aventuraron allí.

Y si de aventuras se trataba yo estaba dispuesta a todo así que dejé que hiciera. Mis pulmones cogían aire más intensamente cada segundo que pasaba, como imitando el chisporroteo que hacía el azúcar abandonado en el cazo.

Paró y me besó delicadamente. Pero yo a esas alturas no quería nada delicado. Así que modifiqué el nivel de pasión a medio-elevado, pasando mi lengua y mis labios por su cuello y por el torso. Quería devolverle lo que él me había hecho. Con las rodillas en el suelo, me deshice de sus calzoncillos. El resto, es imaginable.

Unos minutos después los dos queríamos más. Estar lo más cerca que se puede estar de una persona. Y así fue. Los movimientos de él. Su respiración. Su forma de acariciarme mientras tanto. De cogerme el pelo. Me ponía a mil.

Ya no sonaba In this World. No se cuál. Pero el azúcar estaba ya quemado por completo.

(Para lo que os esperabais más, lo siento...)