jueves, 19 de noviembre de 2009

Amelie, no debes estar en ese lugar ¿o sí?


Hay algo que lo diferencia antes de entrar. Si vamos a otros locales los matones de la puerta llevan pinganillo y pelo engominado. Aquí no. Boina y abrigo negro. Y te abre la puerta educadamente saludándote con un suave movimiento de cabeza.

Y ya dentro, la cosa va de rinconcitos. El rinconcito de bailar lírico (pegado al cristal roto desde que se fundó). El rinconcito agobiante donde no te comes un rosco. El rinconcito "apoya brazo en la barrita y... haces lo que tienes que hacer o, más bien, lo que te pide el cuerpo en ese momento". El rinconcito donde Stand By Me y Viva la Vida se juntan. O, por supuesto, el rinconcito donde se muestran los pendientes y pulseras que la gente que entra en el Lautrec va dejando. Los muestran como el cazador muestra en el salón la cabeza de su última víctima: Sí sí. Aquí tú perdiste un pendiente o un reloj porque tu estado no era el más recomendado por la Organización Mundial de la Salud.
Pero en el Lautrec se pueden perder de todo. La vergüenza es una de la más comunes.

De hecho, no se si perdidas o encontradas, en el Lautrec se pueden ver cosas curiosas: porteros de baño (sí sí, aquí también), hombres que en reality´s famosos perdían mochilas, licor café que sabe a mierdecita, sangre de cristo con Jesucristos fumetas incluídos, o cruces de madera puestas en macarras, mexicanos guapérrimos, "monucleosis" infecciosa por doquier...

La verdad, no se qué opinarán las estrellas de cine que hay en sus paredes. Pero vaya, yo, personalmente, me siento como cualquiera de ellas cuando entro en uno de los únicos locales que vale la pena en la zona del Orzán.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

nunca pense que te fuera a gustar tanto xD

Pakito

M dijo...

jajajaja creo que ya nos gusta y somos mejores clientas que tú! jaja

Ayyyyyyyyy escribe más!!!!! espero que el momento en que acabes de destripar a tobbie de paso a una época de producción importante!

Anónimo dijo...

deja de hablar de bares perraaaa!!!

hipi