Imposible Bivir sin Mi

¿Yo? ¡Para qué! Si no lo voy a utilizar nada...

Ese "no utilizar nada" se convirtieron en horas y horas y horas delante de él. Viajó metidito en la maleta, de estación en estación. Coruña. Santiago. Santiago. Coruña. Coruña. Sada.

Y de piso estudiantil a biblioteca. Porque sí. También se venía a veces conmigo a "estudiar". Vane a un lado, yo al otro. Y el messenger abierto, intentando bajar la pantalla cuando no la utilizabamos para que la gente no viera que nos estábamos comunicando vía chat. Y qué frío hacía en el aula del final. Los novios iban a besuquearse. Vane y yo, nos mandábamos "muacks".

Luego, en el mismo piso, después de las duras horas de estudio, era, junto a su compañero de piso, el que nos introducía en la parte lúdica de la vida. Bien fuera reproduciendo las películas clásicas de la colección del País o bien haciendo que el Noche de sexo llegara a nuestros oidos todas las noches de jueves antes de salir.

Siempre encendido. Siempre haciendo ese "shu" por la rendija de respiración. Proporcionando ese calor en tus pantorrillas. Tantas horas de uso que el ratón del centro del teclado, ese que todo el mundo odia, ya está gastado. Como las escaleras de la Quintana en las que tantas horas pasamos.

Después de pasar por los controles de Heathrow en repetidas ocasiones volvió a lo que se convirtió en su lugar preferido: la mesa poco útil que tengo como escritorio. Allí, continuo proporcionando horas de risas, de cotilleos, de nervios y, a veces, de estrés.

Hoy, a la noche, uno de sobremesa vendrá a sustituirlo.

Pero para mi, IBM siempre será el único.