Salgo de A Serra y voy a la parada del autobús. Allí hay un chico que con acento extranjero me pregunta a qué hora pasa el bus. Lleva una bolsa en la mano con un pack de cartones de leche. En la otra, una carpeta plastificada en la que puedo ver un folio con letras grandes escritas: Por favor... Llega nuestro medio de transporte. “A Coruña”. A Coruña una vez más pienso. Tantas y tantas veces que subí en Calpita. Me siento. Al lado hay una chica con un libro de Historia y una carpeta que pone Galiza Nova.
Yo llevo una bolsa de papel con un tupper que no es mío, tres calamares con cambios de pigmentación, chicharrones y seis manzanas de la huerta. En la parada de Santa Cruz se agobian y salen corriendo de la bolsa hasta la parte delantera del autobús. “Ay, las manzanas de la huerta”.
Llegamos a Coruña. Hay muchas pintadas en la zona de los Castros. Un coche frena bruscamente en un paso de cebra. Por los pelos. La mujer se señala su ojo y yo le leo los labios: “Hay que mirar, señor... Hay que mirar”.
¿Bus urbano? No. Camino. Me encanta ese paseo hasta el barrio. Escuchar las conversaciones entrecortadas de la gente y mirarme los pies mientras espero el: Pipipipi “Plaza Pontevedra. Puede cruzar”. Un obrero con el pecho descubierto y canoso saca una multa de su coche y hace una bolita con ella para después darle un puñetazo a una pobre señal de tráfico. Creo que no tenía culpa de que no pusiera el ticket de la hora.
Me encanta esta tienda. En rebajas a ver si hay algo accesible. Lo dudo. Pero cada vez que paso miro el escaparate. Compro Oro.
¡Vamos! Le dice una pija a un perro gordo que no puede con el culo.
Buooooooooooo Buooooooooooo.. Suena la sirena de un barco. Un hombre mira a la mujer que camina de su brazo: “Hay un barco grande, grande”. La señora sonríe, con la mirada perdida.
Se acaban los semáforos y empiezan las mallas ajustadas. El paseo marítimo.
Allí, existe microclima. Ha llovido y el extraño suelo brillante que han puesto hace un ruido grimoso. Fiuch. Fiuch. Fiuch..... Fiuch Fiuch Fiuch (léase a diferente ritmo según pase un señoriño caminando o una chica corriendo).
La noche entra por ahí y, aunque se ven los últimos rayos de sol entre las nubes, cada vez cobra más protagonismo la luz de la Torre. Nada. Luz. Nada. Luz. Algunos aficionados ya están con sus cañas en la orilla pero me da la impresión de que no van a coger más que unos cuantos mocos. Y las olas. Las olas entran majestuosas como cada vez que voy por ahí. Ese olor y ese ruido indescriptible.
“Ay tía, me tengo que comprar unas gafas porque no veo un cojón”. Me han jodido el momento.
La primera cuesta de la muerte. Escaleras. Segunda cuesta de la muerte.
Un chico cuelga en una farola carteles. “Recupera os teus dereitos. Folga 14 de novembro”.
Están abriendo una frutería en la esquina. Más arriba, una pescadería. Valientes. Meto la llave en la cerradura del portal. En la de casa. Me pongo mi pantalón con manchas de lejía. Cojo el ordenador. Y vuelta a empezar.
Salgo de A Serra y voy...
2 comentarios:
BRAVA!!
Delicioso, y gracias por dejarnos acompañarte en tu "paseo", yo siempre me bajo en la parada de los castros, así que, siempre me perdía el final...
;-)
bonita ciudad,aunque haya muchos mocos :)
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