Semana de todo, menos santa.

Yo quería ir a ver una exposición sobre reptiles. Pero no. Mis padres se emperraron en ir al Museo de la Tortura. Tenía yo unos nueve años aproximadamente y estaba disfrutando de unas agradables vacaciones en Santillana del mar. Pálida, salí pálida. El Museo de la Inquisición. Todo tipo de artilugios y mecanismos con los que la Iglesia torturaba a los que cometían pecados, a los herejes. Creo que es un buen día, domingo de resurrección, para mostrar alguno de los aparatos tan majetes que utilizaban. Qué buenos eran... Libraban del mal. Como ahora. En ese museo vi jaulas en las que encerraban a las personas hasta que morían de hambre, en el mejor de los casos o eran devorados por los cuervos mientras aun estaban vivos. Vi cinturos de castidad con pinchos, vi cómodos sofás llamados "rompe testículos" (en forma de triángulo afilado que te desgarraba poco a poco por la entrepierna). Vi imágenes de la típica tortura china, de la cabra que chupa los pies cubiertos de miel (lo que la gente no sabe es que era tanto el tiempo que llevaba sin comer el animal que hacía que el hueso del acusado quedara al descubierto). La gota que cae en la cabeza durante meses, ocasionando la locura de todo aquel que sufriera ese tipo de tortura. Ruedas rompe huesos, y estira-músculos, el castigo del agua por el cual ataban al procesado sobre una mesa de madera y le colocaban un trapo en la boca y un embudo deslizándolos, en cada caso, hasta la garganta. Luego el verdugo echaba agua lentamente, produciendo al preso la sensación de ahogo. Vi dolor, horror, injusticia, miedo. Desde luego, no vi algo que merezca la pena celebrar esta semana que por fin acaba. Por fin.

Si una creencia hacía que este tipo de cosas fueran justificables, años atrás y hoy en día, no es una creencia que deba ser celebrada. No creo ni en dios, ni en Jesús, ni en los valores que ellos profesaron y que refleja la Iglesia. Y me crispa mucho este tema.