
Lolita no podía parar cuando veía a su madre rezagada. Quería surcar los mares, hacer amigos. Y así fue. Pronto creció. Su cresta (la parte alta) y su seno (parte de abajo de la ola) se hicieron grandes y competían con las olas vecinas. Conoció pequeños barcos, petroleros y veleros. Le encantaba flirtear con ellos acariciándolos en la proa, sensualmente. Y vio los destrozos que el mar tenía. Le costaba liberarse de los plásticos y redes que la encarcelaban cuando estaba despistada.
Pero lo que más le gustaba a Lolita eran las noches de luna llena en las que ella y todas las demás se mecían lentamente mirando aquel círculo luminoso. Adormecidas.
Un día, Lolita vio tierra y se dirigió rápidamente hacia ella. No podía esperar más tiempo. Quería llegar. Ver lo que allí había. Pero el Viento se despertó acelerando más y más su paso. Le costaba reducir la marcha hasta que una roca apareció. Lolita no pudo parar y con un tranquilo splash murió contra la costa.
Mi padre pinta estos días a Visosiña. Las olas pronto volverán.
1 comentario:
Pobriña... la roca la vaíamos todos menos ellaaaaa :S *snif*
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