Lolita nació una fría mañana de invierno. Eran más o menos las siete y cuarto de un martes cualquiera cuando su madre le fue infiel a su padre. Se veía venir. El fuerte y insistente Viento del norte la cautivó con una brisa pasajera y fue así como la madre de Lolita pasó la noche con él. Al día siguiente, las partículas lentas que ella tenía en su agua, recibieron las particulas aceleradas por el contacto con el Viento y de la ondulación, Lolita asomó. Primero lentamente pero luego, con decisión, tiñó a su madre de un azul blanquecino más claro. Y corrió. Corrió más que ella hasta separarse.
Lolita no podía parar cuando veía a su madre rezagada. Quería surcar los mares, hacer amigos. Y así fue. Pronto creció. Su cresta (la parte alta) y su seno (parte de abajo de la ola) se hicieron grandes y competían con las olas vecinas. Conoció pequeños barcos, petroleros y veleros. Le encantaba flirtear con ellos acariciándolos en la proa, sensualmente. Y vio los destrozos que el mar tenía. Le costaba liberarse de los plásticos y redes que la encarcelaban cuando estaba despistada.
Pero lo que más le gustaba a Lolita eran las noches de luna llena en las que ella y todas las demás se mecían lentamente mirando aquel círculo luminoso. Adormecidas.
Un día, Lolita vio tierra y se dirigió rápidamente hacia ella. No podía esperar más tiempo. Quería llegar. Ver lo que allí había. Pero el Viento se despertó acelerando más y más su paso. Le costaba reducir la marcha hasta que una roca apareció. Lolita no pudo parar y con un tranquilo splash murió contra la costa.
Mi padre pinta estos días a Visosiña. Las olas pronto volverán.
1 comentario:
Pobriña... la roca la vaíamos todos menos ellaaaaa :S *snif*
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