domingo, 7 de marzo de 2010
Isaac
Mi madre es profesora de clases particulares y aunque ahora ya no, (EREs y demás siglas), hace unos años, le ayudaba a preparar los exámenes a muchos hijos de madres que trabajaban en Cerámicas el Castro de Sargadelos. Poco a poco, se fueron metiendo en nuestra casa.
María Pita, el viejo de bastón, la vajilla de La Terraza, los juegos especiales de protesta contra el Prestige, las tazas de conmemoración de las Fiestas del Castro...
Gracias a los aprobados, los muebles tienen esos azules y rojos tan característicos. Y estos meses, después de los hechos, parece que aumentan su importancia en vistas de que la "rentabilidad" se pueda cargar a la creatividad propia de este estilo de cerámica. Y de cultura.
Y para mi, una vez más, de recuerdos.
Presencié mi primera partida de ouija adolescente en los terrenos de la fábrica, intentando, asustada, no formar parte ella. Visité con el instituto y el colegio sus hornos, para hacer figuritas que perdían miembros: una cara de Minnie sin una oreja, una ovejita para el Belén, sin dos patas... Recibí un teléfono hecho en aquellos hornos de manos de una italiana llamada Camilla con la que intercambié costumbres e historias. Y sobretodo, aparté cuidadosamente millones de veces todas las figuras para dar Pronto y flish flish.
Isaac Díaz Pardo se fue metiendo en Serra 13 y de aquí, sí que nunca lo echaremos.
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2 comentarios:
encántame o xogo teu do dobre sentido
era mágico. yo me sorprendía una y otra vez de que aquel azul pálido con el que pintábamos las piezas de pseudoarte que hacíamos se convertía en ese azul característico do Castro...
mágico.
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