La cala

Hacía mucho calor. Un día perfecto para ir a aquella playa que tanto le gustaba: la calita que casi siempre estaba desierta, al lado de su casa. Se puso el bañador y cogió su toalla. Bajando las escaleras escuchaba el ruido del mar. -Voy a estar solo una vez más. Me encanta-.

Pero cuando llegó a la playa no estaba solo. Había una chica de una edad similar a la suya, paseando a su perro. La chica tenía un bikini negro que le quedaba, sencillamente, perfecto. Tenía unas curvas de escándalo y sus pechos se movían suavemente acompañando en perfecta armonía a los movimientos que su cuerpo hacía mientras jugaba con el perro.

-'Qué rabia' -se dijo para sí misma. Ahora tenía que tener cuidado de que Roxo no estorbara al chico que acababa de bajar hasta la playa. La había descubierto hacía un par de días cuando, de vacaciones en el pueblo, salió a caminar por la costa. Desde ese día siempre estuvo sola hasta ese momento.

El chico tenía cuerpo de atleta. A ella le encantaban los hombres a los que se le marcaban esos músculos situados justo en donde empieza el calzoncillo y este era uno de esos. Era moreno y con barba y tenía la nariz ligeramente grande. Sus piernas eran robustas y sus gemelos duros.

El perro se le acercó. Era uno de esos labradores blancos, de anuncio. -Vete guapo, no seas pesado -protestó en voz baja. La chica se acercó y le pidió perdón y él no pudo evitar mirarla directamente a aquellos ojos verdes. -No te preocupes, me encantan los perros.- mintió.

¿Cómo queréis que evolucione la historia? Quemamos azúcar o no quemamos azúcar.