domingo, 10 de mayo de 2020

Hoy bajé

Las gomas detrás de las orejas y los "zapatos de salir" que se han quedado sin tacón. El ascensor, ni tocarlo. El portal se abre con un dedo y con un pie, a golpe de suave patada, lo suficientemente fuerte para que la puerta se abra para salir y se cierre detrás de ti.
Buscamos caminos alternativos que siempre deben empezar o terminar al lado del mar. La línea que lo separa del cielo es recta, infinita, certera. Es fresca y respirable. Palpable.
En el trayecto, caminas fijando la atención en aquellas cosas que pasan desapercibidas cuando el objetivo no es el camino en sí. Exploras el suelo, intentando no pisar los caracoles tempraneros que salen al sol, sin olvidar mirar al frente para conseguir el metro y medio. Algunas personas cantan en alto. Ya no hay vergüenza con las bocas tapadas.
Asfalto, tierra, hierba y baldosa.
Encuentras flores, a pie de carretera y cerca de un centro comercial. Huelen a la arena de tu playa deseada. Son lágrimas de cocodrilo de lágrimas de cocodrilo, recogidas en la palma de la mano con un tirón que suena con un cric, cric, cric.
Las urracas preparan sus unidades familiares, sin miedo al contagio, saltándose el confinamiento. Cuidadosamente van de árbol en árbol con el fin de conseguir las mejores ramitas para su nuevo hogar en construcción.
Los gorriones sienten el calor del Tinder, agitando sus alas ante una hembra que ya tiene demasiados match para la misma mañana. Gaviotas, tórtolas y misteriosos jilgueros piensan por qué hemos ya salido a la calle, renunciando a su plan de colonizar poco a poco los espacios que nosotros habíamos abandonado. El llanto de un bebé al que su padre intenta dormir en brazos sale despedido por la ventana, como protesta, porque lo que él quiere es perderlo de vista un rato.
Y miras a través de esa y otras ventanas y ves los recuerdos pasados de tus vecinos. La foto del nieto que acompaña a su jugador preferido de su equipo preferido o el mueble con la vajilla que espera impaciente las comidas de domingo. Nada escapa de tus furtivas miradas.
Ves, imponentes, los altos edificios que, como colmenas organizadas, lanzan mensajes de socorro. Sanidad pública. Test. Resiliencia. Buenos días. Buenas tardes.
Los barrios que has olvidado se presentan ante ti como excavaciones en las que encontrar importantísimos hallazgos para la humanidad: una casa con un gnomo de gorro rojo; una cabra y una oveja que conviven con un perro; una jardinera improvisada entre dos bloques de edificios que Obdulia cuida con esmero todas las mañanas; dos calas rodeadas de fieitos, blancas vencedoras ante tanto verde. El hórreo que consigue imponerse ante el Patrimonio romano.
Antes de llegar a casa, compras el pan, esperando en esa cola de vecinos que, al igual que tú después de su paseo, piensan que nada ha cambiado.

1 comentario:

socorro lopez rodriguez dijo...

Me gustado mucho lo que acabo de leer, me parece muy bueno , a mi me trasmite muchas sensaciones��