domingo, 3 de marzo de 2013

Clichés de domingo


Una vez más es domingo. Y esta vez hace sol. Los niños van de lazos, medias y vestiditos, sus madres de tacón y sus padres sacan las gafas de sol y las chupas negras.
Los jóvenes resacosos salen a la calle bien avanzado el día. Se pueden distinguir por sus ojeras, aquarius y ropa de andar por casa.
Las parejas están más empalagosas que nunca. Cogidas de la mano, pasean por los parques o se dan de comer mutuamente.
Las terrazas se llenan de gente con gintonics, cafés o batidos. Raxo, tortilla, aceitunas y cerveza.
Los paseos marítimos doblan su afluencia y las gaviotas planean en el aire más que nunca, como demostrando sus habilidades.
Se escucha el ruido de las maletas de estudiante que se dirigen a la estación, la música hortera y de las actuaciones en la Calle Real. Los gritos de los niños que juegan en el parque y los de sus padres enfadados.
En el área metropolitana, los hombres lavan el coche en la finca y las mujeres arreglan el jardín. Los descapotables salen a la carretera como si los ricos estuvieran durmiendo durante la semana, esperando ansiosamente para lucir la carrocería.
El cuero y la piel de canguro cubre los cuerpos de los moteros que circulan por la carretera y llenan los aparcamientos de Betanzos o Miño.
Pero a partir de cierta hora de la tarde, a eso de las 8, a todos los invade una sensación extraña y desoladora:  mañana es lunes.

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