La mujer de la taquilla te mataba con la mirada y las palomitas estaban tan rancias que podías catarlas por años: esta es reserva del 2000, esta estuvo en barrica 10 años...
Olía raro. Y se veía raro. Accedías a ellos por una especie de soportales, soportales que perfectamente podían ser escenario de un thriller sobre adolescentes secuestrados. Extraños personajes habitaban ese espacio, mirando eternamente para los carteles descoloridos que anunciaban estrenos antiguos.
Sin embargo, era nuestro cine. Nuestras salas. Nuestros empaches a base de gominolas de la tienda de al lado. Nuestros carteles y nuestras sesiones fantasmas.
Momentos cine en época de exámenes. Conversaciones post-peli subiendo las calles de la zona nueva de Santiago hacia Pelamios.
Y ahora, el 30 de junio, los proyectores de los Valle Inclán dejarán de funcionar y ningún estudiante más tendrá la posibilidad de ver una de sus sesiones fantasmas.
Fotografía: mundodiario
Fotografía: mundodiario
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