domingo, 14 de febrero de 2016

Tormenta

Comenzó colándose a empujones entre las esquinas del patio interior. Las violentas ráfagas golpeaban mi tendal de persona adulta. Mis sábanas se mojaban. Mis bragas se humedecían. Mis medias se enrollaban a los pantalones en una maraña de tela indivisible.
Las gotas de lluvia se deslizaron todo el día por mi ventana, haciendo carreras por llegar al alféizar. Las más fuertes, anabolizadas en forma de granizo, pegaban puñetazos haciéndose camino.
Debajó del edredón pensaba que Eolo estaba enfadado por que Sísifo había llegado borracho a casa la noche anterior. 
El resto del día lo pasé mirando por la ventana. Me senté sobre el regazo de mi pereza y presencié los tiempos modernos de los vendavales. Vídeos en Facebook sobre carreteras blancas, fotos en Instagram de árboles rotos y 140 caracteres de Twitter hablando de lo fría y ruidosa que había sido la tormenta. La tormenta de la imbecilidad.

Claro, yo también.