sábado, 24 de marzo de 2018

Los días oscuros

En los días oscuros se me apaga el cerebro. Son un gran agujero negro que se apodera de mis ganas de todo. Vago por las habitaciones con el trapo en la mano. Esto ya lo limpié, esto también. Esto no. Me siento enfrente de la guillotina y pienso qué hacer. Cortarme un dedo es lo único que se me ocurre. No lo hago.

Una ducha, quizás. Estar inmóvil, con mi cerebro apagado, mientras el agua corre. Enjabonarse una y otra vez hasta sentir los dedos arrugados.
Me miro en el espejo de aumento pegado a la pared. Mis cejas, mi ojo, mi otro ojo, mi nariz, mi boca. Mi lengua. Mis dientes. La parte inferior de la lengua, que es como un trocito de carne reptil viscosa y la parte superior, un extraño planeta acolchado. Me está saliendo un lunar en la punta de la nariz.
Dirijo la palma de mi mano de abajo, a arriba de mi espalda y, cuando ya no puede más, la volteo y me araño, de arriba a abajo, hasta que mi dorso se termina. Rascarse. Frotarse. Enjabonarse. Analizarse como si de un crítico de cine se tratase. Todo virtudes. Todo defectos.
Hago arte efímero adolescente en la mampara. Con las yemas de los dedos dibujo un corazón y lo borro. Escribo mi nombre y lo borro.
Miro la luz hasta que mis ojos lloran.
El agua caliente imprime estampados rojizos entre mis pechos. Ella se desliza tranquila, sorteando sin dificultad los obstáculos que le voy poniendo. Mi dedo atravesado, mis pezones, mi mano extendida en la barriga, mi ombligo, mi pubis. Discurre a través de mis piernas esquivando lunares y manchas, dividiéndose en afluentes hasta la desembocadura, entre los dedos de mis pies.
Cierro los ojos y escucho su caída contra el suelo porcelanoso. Plof. Trus. Plof. Trus.
Organizo carreras imaginarias con dos gotas que se han formado en la pared. Gana la de la derecha. Ahora dibujo círculos concéntricos. Los borro. Pienso en salir un segundo. Otras dos gotas me distraen. Gana la de la izquierda esta vez.
La mampara es ya el lienzo emborronado de un pintor frustrado. Cierro el grifo, de repente, bruscamente. Qué hago. Yo quería quedarme. Quería permanecer bajo el chorro unos minutos más, pero olvidé que en los días oscuros mi cerebro se apaga.

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